Mientras Angélica Rivera, nuestra primera dama, se pasea por Beverly Hills comprando ropa, bolsos y demás accesorios carísimos y superfluos, prestando atención comprobamos que su esposo también es un comprador compulsivo. La función de sus compras es similar, pero el gasto es enorme y, lo peor de todo, es que los mexicanos estamos costeándolo.
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El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto es uno de los peores que puedo recordar. Esta situación se veía venir desde que era gobernador del Estado de México, y su campaña nos dejó algunas advertencias difíciles de ignorar. Su presidencia es ahora una losa que todos en este país cargamos con dolor como El Pípila. Las cosas están mal, y cuando pensamos que las no pueden empeorar, tenemos una nueva sorpresita entre manos. Y todavía faltan algunos años de esto.
Por más que sus asesores intenten aislarlo, creo ni Enrique Peña Nieto puede ignorar el pésimo trabajo que está haciendo y lo mal parado que queda ante su pueblo y el mundo. Por ello parece que ya no da la cara, sus discursos se limitan a lo mínimo indispensable y ha tenido que aceptar que cada que abre la boca o se expresa, queda en ridículo. Su índice de aprobación actual es bajísimo y continúa en declive.
¿Cómo esperar lo contrario? Durante su mandato hemos visto horrores como la vergonzosa fuga del Chapo Guzmán, el escándalo de corrupción de la “casa blanca” de Angélica Rivera, el despido de Carmen Aristegui por reportar al respecto, la calcinación de estudiantes normalistas de Ayotzinapa por protestar contra el crimen organizado, el hundimiento del peso frente al dólar y muchas linduras más. Esto sin contar las que se omiten de los medios, los cuales parecen cada vez más temerosos ante la censura y autoritarismo del PRI.
¿Cuál ha sido la solución del gobierno? Tratar de limpiar la imagen, de una manera muy estúpida y costosa. Por ejemplo, recordemos aquella portada de la revista Time, publicada muy prematuramente, donde se vaticinaba que el presidente nos “salvaría” con sus reformas. Éstas últimas tan impopulares que han tenido que ser impuestas a balazos recientemente, con los maestros en Oaxaca como las víctimas más recientes. Bonito artículo e irónico recuerdo esa portadita. ¿Cuánto le habrá costado al gobierno tal inútil gesto?
No se nos olvide también el gasto de 20 millones de dólares para que México fuera escenario de una aventura de James Bond. Esto fue revelado por los vergonzosos correos electrónicos de Sony Pictures que un grupo de hackers filtró. De lo contrario, no hubiéramos sabido de esa otra inútil “inversión” de nuestro dinero, así como no sabemos el costo de la portada de Time.
¿Sirvió de algo ese prólogo en la película del 007? No tiene nada que ver con el resto de la trama, y presenta una ciudad de México exotizada donde el día de muertos se transforma en un carnaval kitsch lleno de lugares comunes. La mayor parte de los espectadores olvidaron la escena de camino a sus automóviles en el estacionamiento del cine, ¿ayudó a “mejorar la imagen” de México y superar las corrupciones y asesinatos?
Éste es el shopping cultural de Peña Nieto, y nos está saliendo carísimo. El plan parece ser gastar hasta lo que no tenemos para darle una manita de gato al deteriorado gobierno de nuestro telepresidente. La represión, el acoso y censura a periodistas parece ser otra de las tácticas, pero como son mal vistas se paga para echarlas debajo del tapete y que nadie se entere. Nunca se intenta resolver un problema, más bien atacar a quien habla de ellos. Ellos son el verdadero problema.
Pero el plan tiene una pequeña falla: la gente tiene ojos. Somos testigos de cómo el peso pierde su valor casi diario, los letreros luminosos de las casas de cambio nos lo restriegan en la cara. Por más que se intente minimizar el problema del crimen organizado, nos damos cuenta de las balaceras, asesinatos y corrupciones.
Todavía recuerdo al gobernador de Guerrero, enfrentado por periodistas ante la situación de violencia de Acapulco, exortándolos a que “hablaran bien” de la ciudad. Como si el silencio cambiara mágicamente la situación y eso atrajera al turismo. Al día siguiente hubo otra balacera que tumbó completamente el discursito.
En todo el país pasa exactamente lo mismo. No acaba el presidente de hacer su último show o despliegue de dinero para “mejorar la imagen” de México, cuando tiene otro escándalo encima que da al traste con la costosa estrategia.
Éstas son las inoportunas compras del presidente, parte de un “shopping” cultural para no dar vergüenza al mostrarse en sociedad. La primera dama se viste y enjoya, el presidente se baña de arte y cultura. Compra escenas de películas, portadas de revista, antologías y escritores para mostrar una buena imagen ante los empresarios y los países de “primer mundo”. Su gran aspiración es ser un buen presidente en un país ideal, sin hacer nada de lo necesario. Como aquellos líderes de los que leyó en los tres libros que le cambiaron la vida.
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Un gasto de casi cincuenta millones de dólares para que el Cirque du Solei cree un espectáculo inspirado en México para que poquísimos mexicanos pudieran disfrutarlo. Esto generó una carta de protesta de múltiples artistas nacionales, quienes criticaron el desperdicio de recursos en un solo evento cuando esa cantidad es mayor al presupuesto nacional para cultura. Pero obviamente el público meta no somos los mexicanos, quienes pagamos, es el extranjero, los inversionistas, aquellos que fortalecerán un sistema capitalista en este país, en el cual tampoco estamos invitados. Sólo estamos contemplados como consumidores pasivos.
El gasto público se reduce, no hay dinero para pagar a los maestros, no hay dinero para los servicios de salud. El presupuesto cultural del país también se reduce cada vez más y más.
Las últimas dos adquisiciones han sido controversiales y algunos escritores han protestado contra ellas. Fueron dos antologías, una de narrativa traducida al inglés (Palabras mayores. Nueva narrativa mexicana) y otra de poesía (México 20. La nouvelle poésie mexicaine), traducida al francés. Ambas han sido criticadas por su falta de profesionalismo y representatividad de la literatura mexicana. Estas obras, me parece, también forman parte de esta colección de objetos que sólo sirven para aparentar y que todos nosotros hemos pagado. ¿Para quién son estas obras? Para exactamente el mismo público que ya mencioné antes, y tiene todas las características de las anteriores compras.
La discusión sobre estas antologías se ha llevado a cabo principalmente a través de las redes sociales. Los principales críticos han sido María Rivera, Heriberto Yépez, Carla Feasley, Gerardo Piña, Hugo García Manríquez y Marco Antonio Huerta.
Los escritores antologados han respondido con argumentos muy infantiles. Que los críticos “les tienen envidia”, que los “odian”, y que están enojados por que no se les consideró a ellos. Pero supongo que, como dijo Mark Twain, es muy difícil para un hombre entender algo cuando su sueldo depende de que no lo entienda. Y, hasta el momento, han hecho oídos tontos a las acusaciones y han decidido minimizarlas. La consigna es que “hablemos bien de la literatura mexicana” y nos quedemos calladitos.
Pero, les aviso que desde afuerita (y lo digo por que estoy fuera del mundo literario) la cosa se ve muy clara. Muy, muy clara.